lunes, 5 de mayo de 2008

-Tocaron la Sonata a Kreutzer de Beethoven. ¿Conoce el primer tiempo, el presto? ¿Lo conoce usted? -exclamó-. ¡Oh...! Esa sonata es terrible. ¿Qué es? No lo comprendo. ¿Qué es la música? ¿Qué efecto produce? ¿Y por qué actúa de ese modo? Dicen que eleva las almas. ¡Es absurdo! ¡Es mentira! Ejerce una gran influencia (me refiero a mí mismo), pero no eleva el alma en modo alguno. No hace que el alma se eleve ni descienda, sino que la irrita. ¿Cómo explicarle esto? La música me obliga a olvidar mi existencia, mi situación real; me transforma. Bajo su influencia me parece sentir lo que no siento, entender lo que no entiendo y ser capaz de lo que no soy en realidad. Creo que la música actúa como el bostezo o la risa; no tiene uno ganas de dormir, pero bosteza al ver bostezar a otro; no tiene uno por qué reírse, pero ríe al oír la risa de otros. La música provoca en mí el estado de ánimo que tenía el compositor al escribirla. Mi alma se confunde con la suya, y nuestro estado de ánimo se transforma; pero ignoro por qué me ocurre eso.
Al escribir la Sonata a Kreutzer, Beethoven sabía por qué se encontraba en el estado de ánimo que lo impulsó a hacerlo. Por tanto, tenía para él un sentido que no tiene para mí. La música me irrita sin darme una satisfacción definitiva. Al son de una marcha militar, los soldados desfilan, y al de una pieza bailable, se baila, y la música ha conseguido su objetivo. En una misa cantada se comulga, y la música ha justificado también su razón de ser. Pero, en general, uno no siente más que excitación y no sabe lo que debe hacer. Por eso es por lo que, a veces, actúa de un modo tan terrible. En China, la música depende del Gobierno. Debería ser así en todas partes- ¿Cómo permitir que un hombre cualquiera, sobre todo si es inmoral, hipnotice a una o varias personas y haga con ellas lo que le plazca? ¡Y en qué manos está ese terrible procedimiento! ¿Acaso puede tocarse en un salón entre damas escotadas el presto de la Sonata a Kreutzer, por ejemplo? ¿Cómo es posible oír ese presto, aplaudir un poco y después tomar helado y comentar el último chisme de la ciudad? Tales obras pueden tocarse en ciertas ocasiones, solemnes e importantes, o cuando se realizan actos que correspondan a esa música. Es preciso, después de oír la música, hacer lo que le ha inspirado a uno. Por el contrario, no puede dejar de ser perjudicial provocar un sentimiento (que no corresponde con el lugar ni con el tiempo) que no pueda manifestarse. Al menos, en lo que a mí respecta, esa sonata me subyugó terriblemente. Era como si se me hubiesen revelado unos sentimientos nuevos y nuevas posibilidades de que no conociera hasta entonces. "He ahí cómo se debería vivir y cómo has vivido hasta ahora", parecía decirme una voz interior. No comprendía de lo que se trataba, pero la conciencia de ese nuevo estado me alegraba infinitamente. Todos los presentes, y entre ellos mi mujer y Trujachevsky, se me aparecieron bajo un aspecto distinto.

Libro: Sonata a Kreutzer.
Autor: León Tolstoi.
Traducción: Nicolás Borlak
Editorial: Vallarta S.A.
Páginas: 116 a 118.