jueves, 19 de junio de 2008

Citas de León Bloy

Espectáculo terrible el de las manos de los moribundos. En ellas, se diría, se refugia nuestra alma entera en los instantes postreros para que se cumpla expresivamente la implacable ley de su vida. La mayoría se agarrotan con firmeza, como las manos de los náufragos y de los que caen en simas. Algunas se retuercen convulsivamente o se cierran por completo. Otras hacen el gesto de apartar, de rechazar algo. Se ha llegado, incluso, a ver algunas que posan justo encima del ombligo, el órgano respiratorio del cuerpo astral según los antiguos magos.
El último recurso para hacerse oír por un moribundo pasa por tocarle las manos o imponer sobre sus manos las nuestras. El franciscano lo sabía y los ojos de la agonizante se abrieron tan pronto como el cura rozó sus manos.

Cuento: En la mesa de los vencedores.
Páginas: 27 y 28.

La auténtica locura parece ser la que excita más intensamente la imaginación popular, bien en el sentido de la inquietud o bien del terror. Un instinto infalible advierte a esas almas pueriles de la decepción divina, implícita en el naufragio de una Inteligencia, y la enormidad de semejante desastre es sentida profundamente por los seres sencillos, hecho que no ha anulado la necia ciencia de las demostraciones. Prueba sobrenatural o castigo severo por no importa qué crimen, esta incomparable miseria los sume en la inquietud y temen el contagio. Sólo así puede explicarse el extraño terror, el supersticioso alejamiento de una población -todavía piadosa- de los confines de este funesto bosque de Maine en el que Carlos VI se volvió loco.

Cuento: La casa del Diablo.
Páginas: 102 y 103.

Si la incapacidad para adivinar o comprender cualquier cosa no era, felizmente, el privilegio del noventa y nueve por cien de la humanidad, sería como para morir de espanto considerar, en esta ocasión, que las palabras no son solamente combinaciones alfabéticas u ocurrencias vocales, sino las más palpitantes realidades.
Una vez pronunciada, la mísera palabra que flotaba al principio en los limbos tenebrosos de lo Disponible, acto seguido se torna ágil, vagabunda e irreparable.
Ubicua por naturaleza, se dirige en todas direcciones al mismo tiempo agitándose con la fuerza plenaria de su origen Celeste, pues las palabras no son humanas.

Cuento: La palabra.
Página: 154.

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