jueves, 19 de junio de 2008

-No somos ciegos, querido padre, somos solamente hombre. Vivimos en una realidad cambiante a la cual tratamos de adaptarnos como algas que se mecen ante el empuje del mar. a la Santa Iglesia le fue explícitamente prometida la inmortalidad; a nosotros, en cuanto clase social, no. Para nosotros un paliativo que promete durar cien años equivale a la eternidad. Podemos quizá preocuparnos por nuestros hijos, quizá por nuestros nietos; pero mas allá de cuanto podamos esperar, acariciar con estas manos no estamos obligados. Y yo no puedo preocuparme por los que serán mis eventuales descendientes en el año 1960. La Iglesia sí debe preocuparse, porque está destinada a no morir. En su desesperación está implícito el consuelo. ¿Y cree usted que si pudiera ahora o pudiese en un futuro salvarse a sí misma con nuestro sacrificio no lo haría? Cierto que lo haría, haría bien.

Diálogo entre el príncipe Fabrizio Salina y el padre Pirrone en la novela "El Gatopardo".
Autor: Giuseppe Tomasi de Lampedusa
Traducción: Dalia G. Sonatore de Acero
Editorial: Longseller S.A.
Página: 45

Citas de León Bloy

Espectáculo terrible el de las manos de los moribundos. En ellas, se diría, se refugia nuestra alma entera en los instantes postreros para que se cumpla expresivamente la implacable ley de su vida. La mayoría se agarrotan con firmeza, como las manos de los náufragos y de los que caen en simas. Algunas se retuercen convulsivamente o se cierran por completo. Otras hacen el gesto de apartar, de rechazar algo. Se ha llegado, incluso, a ver algunas que posan justo encima del ombligo, el órgano respiratorio del cuerpo astral según los antiguos magos.
El último recurso para hacerse oír por un moribundo pasa por tocarle las manos o imponer sobre sus manos las nuestras. El franciscano lo sabía y los ojos de la agonizante se abrieron tan pronto como el cura rozó sus manos.

Cuento: En la mesa de los vencedores.
Páginas: 27 y 28.

La auténtica locura parece ser la que excita más intensamente la imaginación popular, bien en el sentido de la inquietud o bien del terror. Un instinto infalible advierte a esas almas pueriles de la decepción divina, implícita en el naufragio de una Inteligencia, y la enormidad de semejante desastre es sentida profundamente por los seres sencillos, hecho que no ha anulado la necia ciencia de las demostraciones. Prueba sobrenatural o castigo severo por no importa qué crimen, esta incomparable miseria los sume en la inquietud y temen el contagio. Sólo así puede explicarse el extraño terror, el supersticioso alejamiento de una población -todavía piadosa- de los confines de este funesto bosque de Maine en el que Carlos VI se volvió loco.

Cuento: La casa del Diablo.
Páginas: 102 y 103.

Si la incapacidad para adivinar o comprender cualquier cosa no era, felizmente, el privilegio del noventa y nueve por cien de la humanidad, sería como para morir de espanto considerar, en esta ocasión, que las palabras no son solamente combinaciones alfabéticas u ocurrencias vocales, sino las más palpitantes realidades.
Una vez pronunciada, la mísera palabra que flotaba al principio en los limbos tenebrosos de lo Disponible, acto seguido se torna ágil, vagabunda e irreparable.
Ubicua por naturaleza, se dirige en todas direcciones al mismo tiempo agitándose con la fuerza plenaria de su origen Celeste, pues las palabras no son humanas.

Cuento: La palabra.
Página: 154.

León Bloy

Las próximas 3 citas están tomadas del libro "Cuentos de Guerra", del autor León Bloy (Edición, selección y traducción de Luis Cayo Pérez Bueno; editorial El Cobre Ediciones, S.L.; año 2002).
Lo anterior se señala por dos motivos. En primer lugar para no repetir tres veces la información recién consignada. En segundo lugar, y más importante, es que en la realización de este blog se ha evitado repetir citas de un mismo libro de un autor (hay libros que lo merecen ciertamente), pero me pareció preciso hacer una excepción por dos razones. La primera es que al ser cuentos hay una independencia entre las citas obtenidas, independencia que no se encuentra en una novela.
La otra razón es que me costó mucho encontrar algo escrito por León Bloy, pero el esfuerzo en su búsqueda tuvo su recompensa. Es un tremendo escritor, si ven algo escrito por él, no lo duden, compren o arrienden o fotocopien INMEDIATAMENTE, no se van a arrepentir. Escribir tres citas sobre él es un pequeño homenaje y un incentivo a que este autor sea leído.
"Soñar no cuesta nada", murmuré, y usted, otra vez fruncida, tamborileó en el manubrio japonés con dedos exasperados, que debajo de las falanges habían empezado a ponerse fofos. Fuimos un rato a su casa, escondida en un recoveco del barrio Condell y de la plaza Bernarda Morín, y yo pregunté, como quien no quiere la cosa, si se habrían conservado los zapatos de mi padre. Usted caminaba con tranco firme, le daba órdenes a la cocinera, pedía que le recordaran a su marido que esa tarde tenían entradas para la ópera, y me dijo, después de haberle repetido la pregunta, que no, que se habían repartido, unos al encerador, otros a Rogelio, el mozo fiel, el dueño de esas piernas que temblaban a causa del esfuerzo de bajar el bulto, los demás al Hogar de Cristo. Yo recordé modelos de dos colores, dignos de un museo de la vestimenta, o de la extravagancia, y en seguida, no sé por qué, por esos caprichos de la memoria, la más caprichosa e imprevisible de nuestras facultades, recordé ojotas que se hundían en un barro espeso, allá por el sur, mientras se escuchaba el chasquido de una pala.

Diálogo del cuento "Cumpleaños Feliz", incluído en la obra "Grandes Cuentos Chilenos del Siglo XX".
Compilador: Camilo Marks
Autor: Joefe Edwards
Editorial Sudamericana, 2001
Página 100

lunes, 5 de mayo de 2008

-Tocaron la Sonata a Kreutzer de Beethoven. ¿Conoce el primer tiempo, el presto? ¿Lo conoce usted? -exclamó-. ¡Oh...! Esa sonata es terrible. ¿Qué es? No lo comprendo. ¿Qué es la música? ¿Qué efecto produce? ¿Y por qué actúa de ese modo? Dicen que eleva las almas. ¡Es absurdo! ¡Es mentira! Ejerce una gran influencia (me refiero a mí mismo), pero no eleva el alma en modo alguno. No hace que el alma se eleve ni descienda, sino que la irrita. ¿Cómo explicarle esto? La música me obliga a olvidar mi existencia, mi situación real; me transforma. Bajo su influencia me parece sentir lo que no siento, entender lo que no entiendo y ser capaz de lo que no soy en realidad. Creo que la música actúa como el bostezo o la risa; no tiene uno ganas de dormir, pero bosteza al ver bostezar a otro; no tiene uno por qué reírse, pero ríe al oír la risa de otros. La música provoca en mí el estado de ánimo que tenía el compositor al escribirla. Mi alma se confunde con la suya, y nuestro estado de ánimo se transforma; pero ignoro por qué me ocurre eso.
Al escribir la Sonata a Kreutzer, Beethoven sabía por qué se encontraba en el estado de ánimo que lo impulsó a hacerlo. Por tanto, tenía para él un sentido que no tiene para mí. La música me irrita sin darme una satisfacción definitiva. Al son de una marcha militar, los soldados desfilan, y al de una pieza bailable, se baila, y la música ha conseguido su objetivo. En una misa cantada se comulga, y la música ha justificado también su razón de ser. Pero, en general, uno no siente más que excitación y no sabe lo que debe hacer. Por eso es por lo que, a veces, actúa de un modo tan terrible. En China, la música depende del Gobierno. Debería ser así en todas partes- ¿Cómo permitir que un hombre cualquiera, sobre todo si es inmoral, hipnotice a una o varias personas y haga con ellas lo que le plazca? ¡Y en qué manos está ese terrible procedimiento! ¿Acaso puede tocarse en un salón entre damas escotadas el presto de la Sonata a Kreutzer, por ejemplo? ¿Cómo es posible oír ese presto, aplaudir un poco y después tomar helado y comentar el último chisme de la ciudad? Tales obras pueden tocarse en ciertas ocasiones, solemnes e importantes, o cuando se realizan actos que correspondan a esa música. Es preciso, después de oír la música, hacer lo que le ha inspirado a uno. Por el contrario, no puede dejar de ser perjudicial provocar un sentimiento (que no corresponde con el lugar ni con el tiempo) que no pueda manifestarse. Al menos, en lo que a mí respecta, esa sonata me subyugó terriblemente. Era como si se me hubiesen revelado unos sentimientos nuevos y nuevas posibilidades de que no conociera hasta entonces. "He ahí cómo se debería vivir y cómo has vivido hasta ahora", parecía decirme una voz interior. No comprendía de lo que se trataba, pero la conciencia de ese nuevo estado me alegraba infinitamente. Todos los presentes, y entre ellos mi mujer y Trujachevsky, se me aparecieron bajo un aspecto distinto.

Libro: Sonata a Kreutzer.
Autor: León Tolstoi.
Traducción: Nicolás Borlak
Editorial: Vallarta S.A.
Páginas: 116 a 118.

miércoles, 23 de abril de 2008

-¡Peor que peor! -observó Julián-. Cuando se cometen crímenes deben cometerse por lo menos con placer. Es el único atractivo que veo en el crimen, lo único que puede atenuar su fealdad, ya que justificarlo es, a mi entender, imposible.

Matilde, olvidando las conveniencias, se había colocado casi entre Altamira y Julián. Su hermano, que le daba el brazo, habituado a obedecerla, miraba a los que bailaban y simulaba que se veía detenido por las muchedumbres.

-Tiene usted razón -asintió Altamira-. Hoy se obra sin placer, y no se guarda memoria de nada, ni siquiera de los crímenes. Me sería fácil designar diez de las personas que llenan estos salones que podrían ser condenados como asesinos. Lo han olvidado ellos mismos, y tampoco lo recuerda el mundo. Se conmueven muchos, llegan hasta verter lágrimas, si un perro suyo se rompe una pata. En el Père-Lachaise, al arrojar flores sobre sus tumbas, como dicen con tanta gracia en París, pronuncian discrusos para convencer a todos de que los muertos atesoraban las virtudes de los caballeros de pro, y se recuerdan las altas hazañas llevadas a cabo por sus bisabuelos, que vivieron en tiempos de Enrique IV... Si, amigo mío, pese a los buenos oficios del príncipe de Araceli, no me han ahorcado todavía, y si consigo disfrutar de mi fortuna en París, tendré el gusto de hacer comer a usted en compañía de ocho o diez asesinos honrados y sin remordimientos. En la comida, usted y yo seremos los únicos que tendremos las manos limpias de sangre; pero a mí me despreciarán, me odiarán como a monstruo sanguinario y jacobino, y a usted le despreciarán también, sencillamente porque es un hombre del pueblo, un intruso que no merece alternar con tan buena compañía.

Diálogo entre Julián Sorel y el conde de Altamira en Rojo y Negro, inlcuido en Obras Inmortales.
Autor: Stendhal.
Traducción: Carlos Rivas y Gregorio La Fuerza
Editorial: Editorial EDAF S.A., 1999.
Páginas: 359 y 360.

lunes, 14 de abril de 2008

-El mundo está mal hecho- sollozó.
Quienes la visitaron por esos días tuvieron motivos para pensar que había perdido el juicio. Pero nunca fue más lúcida que entonces. Desde antes de que empezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y pensando que si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el mundo.
-Ha debido aprovechar ese día para que no le quedaran tantas cosas mal hechas-decía-. Al fin y al cabo, le quedaba toda la eternidad para descansar.

La viuda de Montiel, en su cuento homónimo, incluido en "Los funerales de la Mamá Grande".
Autor: Gabriel García Márquez.
Editorial: Debolsillo, 2007.
Páginas: 87 y 88.
-¿Has visto -preguntó- los retratos de mis antepasados en las paredes de la casa? ¿Has visto a mi madre y a Felipe? ¿Alguna vez has posado la mirada sobre ese cuadro que cuelga cerca de tu lecho? La que está retratada en él hace muchos años que murió, y en vida hizo mucho mal; pero mírala de nuevo: es mi mano hasta en el menor detalle, son mis ojos y mi cabello. ¿Qué es, entonces, mío y qué soy yo? ¿Qué, si no hay una sola línea de este pobre cuerpo mío (que tú amas y en nombre del cual locamente sueñas que es a mí a quien quieres), ni un solo gesto que pueda yo hacer, ni una mirada de mis ojos, no, ni siquiera ahora que le hablo al ser amado, que no haya pertenecido a otros? Otras, muertas generaciones atrás, han contemplado a otros hombres con mis ojos; otros hombres han escuchado las plegarias de la misma voz que ahora resuena en tus oídos. Las manos de la muerta está sobre mi pecho; ellas me mueven, ellas me atraen, ellas me guían; soy una marioneta que ellas dirigen, y reencarno rasgos y atributos que hace tiempo se apartaron del mal para reposar en la quietud de la tumba. ¿Es a mí a quien amas, amigo, o es a la estirpe que me engendró? ¿A la muchacha que ignora y que es incapaz de responder por la más ínfima parte de su ser o a la corriente de la cual ella es transitorio parásito, al árbol del cual ella es fruto efímero? La estirpe existe; es antigua, pero a la vez joven y siempre nueva; lleva su eterno destino en el pecho; en ella , como las olas en el emar, los individuos suceden a los individuos, engañados con una semblanza de voluntad propia, aunque no sean nada. Hablamos del alma, pero el alma está en la estirpe.

El comandante a Olalla, en "Olalla", incluido en "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde".
Autor: Robert Louis Stevenson.
Traducción: Juan Carlos Silvi.
Editorial: Ediciones B, S.A., 2006.
Páginas: 124 y 125.

jueves, 10 de abril de 2008

Querido Padre:

Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como es habitual, no supe qué contestarte; en parte, precisamente por el miedo que me inspiras; en parte, porque en la justificación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con una aceptable consistencia. Y si, valiéndome de esta carta, procuro responder a tu pregunta por escrito, lo haré a no dudarlo en forma muy incompleta, ya que, aun escribiendo, el miedo y sus efectos me atenazan cuando pienso en ti, y porque las dimensiones del tema exceden con mucho los límites de mi memoria y de mi entendimiento.

...O bien reparaba en tu predilección por las palabrotas, dichas lo más alto posible, que te hacían reír como si hubieses dicho algo agudo, cuando en verdad sólo se trataba de alguna indecencia insignificante y pueril. Sin duda constituían, al mismo tiempo, una nueva manifestación de tu energía vital que me avergonzaba. Lógicamente, estas distintas observaciones se producían en abundancia. Me hacían feliz, me brindaban ocasión para secretos y burlas. En ocasiones lo advertías, te enfadabas considerándolo como una maldad, como una falta de respeto, pero , créeme, sólo era para mí un medio insuficiente de autoconservación. Eran como los chistes que se difunden sobre dioses y reyes, chistes que o sólo están ligados a un profundo respeto, sino que incluso le son inherentes.

Franz Kafka en "Carta al Padre"
Traducción: R. Kruger.
Editorial: EDAF, 2004.
Páginas: 13 y 33.

sábado, 5 de abril de 2008

"Y volviéndose a Sancho, le dijo:
-Perdóname amigo, la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo.
-¡Ay!- respondió Sancho, llorando-. No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.

Don Quijote y Sancho Panza en "Don Quijote de la Mancha".
Autor: Miguel de Cervantes
Edición del IV Centenario, Real Academaia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española.
Segunda Parte, Capítulo LXXIV
Página: 1102

Aporte de Papageno

viernes, 4 de abril de 2008

¡Oh, a juicio mío, según mi lamentable, terrestre, euclidiana razón, sólo sé que el dolor existe, que no hay culpables, que todo procede lo uno de lo otro, directa y simplemente; que todo fluye y se allana...; pero todo es sólo necedad y euclidiana, lo sé y no puedo avenirme a vivir según ella! ¿Qué tengo yo que ver con que no haya culpables y con que todo proceda simplemente lo uno de lo otro? Yo necesito una compensación; de lo contrario, me suprimo. Y compensación no en lo infinito, en ninguna parte ni nunca, sino aquí en la Tierra y que yo pueda verla con mis ojos.

Yo creo en ella, yo quiero verla; pero si para entonces estuviera ya muerto, pues que me resuciten, pues el que todo eso se realizase sin mí sería harto todo eso se realizase sin mí sería harto ofensivo.

No he sufrido yo para, a mi costa, a expensas de mis crímenes y dolores, provocar una futura armonía

Yo quiero ver con mis propios ojos al cordero tumbado junto al león y cómo la víctima revive y se abraza con su verdugo. Yo quiero estar allí cuando todos, de pronto, vengan a saber para que pasó todo aquello.


Iván a Alíoscha, en Los Hermano Karamazov, incluido en "Obras Completas".
Autor: Fiodr M. Dostoyevski.
Traducción: Rafael Cansinos Assens.
Editorial: Aguilar, 1961.
Tomo: III.
Página: 202.

Aporte de Papageno.
No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder.

El Mito de Sísifo
Autor: Albert Camus

Aporte de Papageno.
Al fin creí entender. Morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud; batallar en Éfeso contra las fieras es menos duro (miles de mártires oscuros lo hicieron) que ser Pablo, siervo de Jesucristo; un acto es menos que todas las horas de un hombre. La batalla y la gloria son facilidades; más ardua que la empresa de Napoleón fue la de Raskolnikov. El 7 de febrero de 1941 fui nombrado subdirector del campo de concentración de Tarnowitz.

Otto Dietrich zur Linde en La Otra Muerte, incluido en la obra "El Alepf".
Autor: Jorge Luis Borges
Editorial: Emecé Editores, 2007
Página: 75
Mover esa tacita vale por un horrible rojo inesperado en medio de una modulación de Onzenfant, como si de golpe las cuerdas de todos los contrabajos se rompieran al mismo tiempo con el mismo espantoso chicotazo en el instante más callado de una sinfonía de Mozart. Mover esa tacita altera el juego de relaciones de toda la casa, de cada objeto con otro, de cada momento de su alma con el alma entera de la casa y su habitante lejana. Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir apenas el cono de la luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como un bando de gorriones.

Carta a una señorita en París, relato incluido en la obra "Bestario".
Autor: Julio Cortázar
Editorial: Punto de Lectura, 2005
Página: 22

martes, 1 de abril de 2008

Mi estatura es de sesenta y cinco centímetros. Estoy bien conformado, con las proporciones correspondientes, aunque tengo la cabeza un poco grande. El pelo no es negro, como el de los demás, sino colorado y echado hacia atrás de las sienes y de una frente que más impresiona por lo ancha que por lo alta. Soy lampiño, pero, fuera de eso, mi rostro es como el de cualquiera. Las cejas son espesas. Mi fuerza física es considerable, especialmente si me enfurezco. Cuando se dispuso la lucha entre yo y Josafat, a los veinte minutos lo puse con la espalda contra el suelo y lo estrangulé. Desde entonces, aquí no hay más enano que yo.

El Enano en su cuento Homónimo, incluido en la obra "Barrabás y Otros Relatos".
Autor: Pär Lagerkvist
Traducción: Fausto de Tezanos Pinto
Editorial: Ediciones Orbis, S.A., 1983
Página: 169

lunes, 31 de marzo de 2008

"El hombre es dueño de las contradicciones, éstas existen gracias a él y, por consiguiente, es más noble que ellas. Más noble que la muerte, demasiado noble para ella: he ahí la libertad de su mente. Más noble que la vida, demasiado noble para ella: he ahí la piedad de su corazón. He compuesto un sueño poético sobre el hombre. Quiero acordarme. Quiero ser bueno. ¡No quiero conceder a la muerte ningún poder sobre mis pensamientos! Pues en eso consisten la bondad y la caridad, y en nada más. La muerte es un gran poder. En su presencia, uno se descubre y camina sigilosamente, de puntillas. La muerte viste la golilla almidonada del pasado, y nosotros nos vestimos de negro riguroso en su honor. La razón se ve ridícula ante la muerte, pues no es nada más que virtud, mientras que la muerte es libertad, excentricidad, ausencia de forma y placer. Placer, dice mi sueño, no amor... La muerte y el amor no casan bien... es una mala asociación, una asociación de mal gusto, equivocada. El amor es lo único que hace frente a la muerte; sólo el amor, no la virtud, es más fuerte que ella. Sólo el amor, no la virtud inspira buenos pensamientos."

Hans Castorp en la Montaña Mágica.
Autor: Thomas Mann
Traducción: Isabel García Adánez
Editorial: Edhasa, 2005. Primera edición.
Página: 640

Presentación

Cuantas veces nos ha sucedido. En la mitad de la lectura de un libro, o en el minuto y medio de una canción, aparece. Para quienes no somos poetas, pero admiramos la belleza, es como una bofetada, ¿por qué se le ocurrió a él -refiriéndose al autor- y no a mi esa frase o párrafo? Pueden ser dos líneas, o un párrafo, quizá, y en contadas ocasiones, podrá ser una obra entera. Lo único cierto es que para quien no se siente preparado para escribir -ya sea por falta de genio o por falta de carácter- es una cachetada al autoestima. Con que ganas uno esperaría poder decir esa frase es mía, o que alguien, en algún lugar, sienta enternecido el corazón frente a algo escrito por mi persona.

El fenómeno recién descrito no sólo sucede con los grandes de la literatura -o de la poesía-, también sucede con escritores de poca monta y de escasa fama, quienes en un intervalo de genialidad, en la mitad de una obra más bien mediocre, emiten una chispa de un par de líneas, una chispa que suele ser más importante que todo lo escrito por ellos.

Más de alguna vez he escrito, y más de alguna vez lo escrito pasa al olvido. No se si al leer a los grandes uno se siente apocado, pero lo cierto es que nunca me ha gustado mucho lo que escribo. Por eso, poco a poco me he ido convirtiendo en un coleccionista de experiencias ajenas, de palabras ajenas, de emociones ajenas, las cuales poco a poco, con el paso del tiempo -y sin desmerecer el cambio permanente que se realiza en mi persona- se van tornando difusas y las olvido. Sólo queda el recuerdo que en algún libro o en una canción se dijo algo que me impresionó profundamente.

De lo anterior fui madurando una idea, hacer un Word con cada una de las citas que me fueran gustando, por el motivo que fuere, proyecto que nunca abordé, no se si por falta de voluntad o por ese insuperable sentimiento de pocas energías que acostumbre a sentir en la noche, que es cuando el tiempo es propicio para avocarse a este tipo de empresas.

Hoy, ante una nueva cita leída hace largo tiempo que quise encontrar para mí, me di cuenta que la había olvidado y que encontrarla en el libro me iba a significar leerlo de nuevo ya que no recordaba ni remotamente donde se encuentra, decidí, no hacer un Word, sino que escribir un blog, quizá porque los blogs están de moda, quizá porque es una forma de compartir, quizá porque mi vanidad quiere tener a algún cyber voyerista pendiente de mis actos o quizá por todas las anteriores.

No puedo prometer periodicidad alguna, puede que un día este con un ánimo especial que me lleve a encontrar cada palabra que leo digna de publicarse y puede que al otro nada me parezca de importancia y que todo lo leído se vuelva al olvido, esperando que en otro lugar y en otro tiempo alguien con mayor sensibilidad descubra el tesoro que esconden las palabras que yo no supe apreciar.

Eso sería la presentación, espero que las citas les gusten, espero que sirvan para leer libros o escuchar canciones que en lo personal me han gustado mucho. Si alguien tiene algo que encuentra que pueda ser publicado que avise y se hará lo posible para que ello suceda.